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Los televisores se han convertido en una gama de producto clave para los fabricantes. Después del paso en falso que fue la introducción de las tres dimensiones, comenzó la era de los avances en calidad de sonido e imagen. A ello han contribuido tecnologías como HDR o el audio digital y multicanal; junto con aquellas que hacen posible que las imágenes se formen en la pantalla, ya sea a través de la retroiluminación LED o de los filtros que procesan la luz, para conseguir que los colores más puros posibles.

La integración de tecnologías smart o el aumento de la resolución hasta los 8K que empiezan a verse en algunos modelos, son otras variables que los usuarios tienen que tener en cuenta a la hora de adquirir un televisor. Sin olvidar, por supuesto, el precio. Este factor económico es el que determina, hasta cierto punto, la presencia de tecnologías de última generación en un televisor. A mayor número de ellas y más recientes, más habrá que pagar por él. De la misma forma que ocurre con el tamaño de sus pantallas: a medida que aumenta su diagonal, se incrementa su coste.

 

Tecnologías maduras

Si indagamos acerca de lo que podemos encontrar en los televisores actuales en apartados como la calidad de imagen y sonido, funciones smart, renderizado del color, gestión de la retroiluminación o conectividad, es fácil caer en la tentación de creer que no vamos a poder vivir sin determinadas funcionalidades o tecnologías. Normalizamos lo excepcional más allá de criterios como la relación calidad/precio o los escenarios de uso en los que se desenvolverá el televisor.

La tecnología está presente en la calidad de imagen y sonido, funciones smart, renderizado del color, gestión de la retroiluminación, conectividad…

La clave radica en evaluar con objetividad y realismo el uso que podremos darles. Plantearse hasta qué punto estamos dispuestos a pagar más por ellas o si podremos sacarles partido porque, por ejemplo, no existen contenidos adecuados o porque para disfrutarlos habría que darse de alta en plataformas de contenidos dentro de las modalidades premium.

Fabricantes como TCL integran un buen número de innovaciones en sus propuestas, pero sin caer en el exceso. Otros tienden a incorporarlas en cuanto están disponibles, algo que puede resultar atractivo para ciertas audiencias, pero que lleva asociado un sobreprecio que repercute directamente en el consumidor. Las tecnologías probadas y al alcance de audiencias amplias son más sensatas que las recién llegadas. Salvo, eso sí, que seamos parte del grupo que se ha dado en llamar early adopters, siempre en busca de las últimas tendencias.

Así, si el uso que daremos al televisor es primordialmente el de ver las emisiones de la televisión comercial, es poco recomendable adquirir un modelo con las innovaciones más recientes o con una resolución 8K. Si, por ejemplo, nuestro salón no es especialmente amplio, optar por una diagonal de pantalla demasiado grande por el mero hecho de tener un televisor de más entidad, acabará por perjudicar a la experiencia de uso y a la estética de la estancia. Hay televisores de más de 80″ en el mercado y no por ello tiene que ser la mejor compra.

Equilibrio entre calidad, novedad y precio

En los televisores como en la mayoría de productos, la presencia de tecnologías muy recientes se paga. Y mucho. Pero, la buena noticia es que en pocos meses, o en una o dos generaciones tecnológicas, los precios se normalizan, al mismo tiempo que se popularizan los contenidos que se benefician de esas tecnologías y se accede a ellos de un modo más habitual.

Pasó con 4K y está pasando con HDR. En la parte tecnológica, desarrollos como la regulación selectiva de la intensidad de la retroiluminación han dejado de ser patrimonio exclusivo de gamas Premium. Modelos como los TCL EP66EP68 o EP64 llevan tecnologías como Micro Dimming, que hacen posible un mejor control de la retroiluminación en la pantalla.

HDR, en formatos como Dolby Vision, o paneles capaces de mostrar una gama cromática amplia ya están presentes en televisores con precios razonables y asequibles, como los del fabricante TCL en modelos como EP68, con precios en torno a los 900€ en su variante de 65″ y 600€ para la de 55″.

Tecnologías de sonido Dolby Audio y Dolby Digital también están integradas en televisores al alcance de economías modestas; así como características smart, conectividad con internet, compatibilidad con aplicaciones o asistentes de voz. Televisores como los EP66 o EP68 las integran como parte de su repertorio de funcionalidades. En concreto, TCL incorpora la última actualización de Android TV en casi toda su gama de televisores.

La apuesta de algunos fabricantes es seleccionar qué innovaciones están maduras, funcionan y aportan valor a la experiencia de uso, pero en horquillas de precio sensatas y razonables.

Amortizar la inversión

El concepto de amortización de la inversión cobra especial relevancia en estos casos. Si adquirimos un televisor con tecnologías recientes y elitistas, pagando un precio elevado por ellas, corremos el riesgo de no aprovecharlas durante los primeros meses de vida útil del producto. Teniendo en cuenta que en poco tiempo podremos tener innovaciones que otrora eran premium con un coste mucho menor, estaremos invirtiendo una suma de dinero elevada en funciones o características que se infrautilizarán.

Por supuesto, las tendremos en nuestras manos antes que muchos otros, pero si el presupuesto es una variable que tenemos que manejar con cuidado y la economía no está para muchas alegrías, es más sensato optar por un modelo en el que se conjugue la presencia de tecnologías útiles y de calidad, con una inversión sensata y equilibrada.

Hablamos de diferencias que pueden ser varias veces el precio de un televisor equilibrado en calidad/precio/novedad, lo cual es muy significativo. En el caso de las gamas premium es muy complicado hablar de amortizar la inversión, salvo que seamos cinéfilos y tengamos muy claro que podemos y queremos acceder a contenidos que aprovechen al máximo las tecnologías y funcionalidades de nuestro nuevo televisor.

Qué partido vamos a sacar al televisor

Entre los aspectos que también merece la pena tener en cuenta cuando se compra un televisor está el tipo de uso que se le va a dar. No es lo mismo utilizarlo para ver películas en versiones de alta calidad, 4K, HDR, con sonido Dolby y en un espacio especialmente pensado para una experiencia cinéfila, con unas condiciones de luz y acústicas específicas para ello; que dedicarse a ver emisiones de las cadenas de televisión o contenidos en streaming con calidad Full HD, propios de servicios como Netflix en sus modalidades básicas de acceso, jugar con la consolas de videojuegos, o tener el televisor en un espacio compartido donde se hará un uso diverso y variado de la pantalla.

No es lo mismo ver películas en versiones de alta calidad pensando en una experiencia cinéfila, que dedicarlo a TV convencional o contenidos en streaming

Los contenidos 4K o HDR también son ya parte habitual de las propuestas de contenidos y los usuarios están familiarizados con ellos, pero, como decíamos antes, hay fabricantes como TCL que integran tecnologías como 4K, HDR, Dolby Vision, Dolby Audio o micro dimming y funciones de Smart TV y conectividad avanzada a precios terrenales y equilibrados sin necesidad de gastarse miles de euros en el intento. Los modelos EP66 o EP68 se pueden encontrar por precios por debajo de los mil euros incluso, lo cual supone llevar una experiencia de ocio multimedia de alto nivel a audiencias muy amplias.

No renuncies al diseño

El hecho de que los precios no sean elevados, no quiere decir que haya que renunciar a elementos tan importantes como el diseño. Los sistemas de fabricación industrial han llegado a un punto de madurez tal, que es posible aplicar métodos avanzados para el tratamiento de materiales como el metal a la fabricación de dispositivos con precios asequibles.

TCL, sin ir más lejos, es capaz de ofrecer diseños estilizados, duraderos y elegantes en sus televisores, con un acabado excepcional y diferentes estilos donde elegir para las peanas y reduciendo el grosor de los marcos al máximo. Es la prueba de que no es necesario adquirir un modelo de televisor caro para obtener una experiencia de ocio multimedia óptima y bien pensada, sin sacrificar nada relevante.

Imágenes: TCL